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Argentina decidió salir del Grupo de Lima, un foro regional coordinado por Washington para forzar la salida de Maduro y abrir la transición de Venezuela hacia la democracia. En este contexto, Trump y luego Joe Biden apostaban a Juan Guaidó como líder de la oposición venezolana y garante del proceso institucional que debería terminar con el régimen populista de Maduro. En cambio, Alberto Fernández siempre descalificó a Guaidó y fue una de las razones políticas que aceleraron su renuncia como miembro pleno del Grupo de Lima. La decisión de Fernández fue cuestionada por el Departamento de Estado y fortalecen las sospechas en el Ala Oeste de la Casa Blanca: los principales asesores de Biden para América Latina opinan que Alberto Fernández sólo cumple las órdenes de la vicepresidente Cristina Fernández. La salida del Grupo de Lima fue relativizada por la diplomacia del Gobierno y aseguran en la Cancillería que Alberto Fernández diseña una salida a la crisis de Venezuela que no implique satisfacer la agenda regional de los Estados Unidos. Desde esta perspectiva, el mandatario argentino estaría conversando con la Unión Europea, Canadá y México para abrir una mesa de negociaciones que incluiría al dictador Maduro. El Departamento de Estado conoce las intenciones de Alberto Fernández e interpreta que es sólo una argucia para permitir que Maduro continúe en el poder sostenido por China, Rusia, Irán y Cuba. Al principio de su mandato, Biden consideró que el jefe de Estado podía colaborar en la transición democrática en Venezuela, pero esa perspectiva geopolítica se evaporó hace unas semanas cuando Argentina dejó trascender en Washington que se retiraba del Grupo de Lima. La distancia diplomática entre Alberto Fernández y Biden se consolidó ayer con las declaraciones de Cristina Fernández, respecto a la negociación de la deuda externa con el Fondo Monetario Internacional (FMI). La Casa Blanca apoya las conversaciones entre Martín Guzmán y la socia gerente Kristalina Georgieva y se sorprendió al escuchar que la vicepresidente aseguraba que no es momento de pagar la deuda contraída por Macri en 2018. Esas declaraciones de CFK, sumadas a las opiniones de los asesores de Biden respecto al poder real en Balcarce 50, colocaron en una posición muy difícil al ministro de Economía. Dos días antes, en su cónclave con Georgieva, Guzmán había avanzado en una hoja de ruta con el FMI y había ratificado que tenía todo el apoyo político de Alberto Fernández. Guzmán y Georgieva habían exhibido una nítida sintonía geopolítica y se mostraron confiados en lograr que la negociación entre Argentina y el FMI concluyera tras los comicios de medio término en octubre. Los dos funcionarios contaban con el apoyo de Biden y su administración. Un cálculo político que Cristina transformó en un pantano infinito.

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