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Los acuerdos de precios siempre generan polémica, más aún cuando se trata de congelar los precios de una serie de productos que forman parte de la canasta básica de alimentos, en medio de una inflación mensual de entre 6% y 7%. La distorsión de precios en la Argentina es absoluta y, al no haber referencias, llegar a acuerdos, se torna muy complejo. El único atractivo para las empresas tiene que ver con la promesa oficial de que podrán acceder a dólares oficiales para las importaciones de sus insumos y productos terminados que sean críticos para la producción. El último acuerdo fue anunciado por Sergio Massa con el objetivo de que se cumpla en las grandes cadenas de supermercados. Durante la presentación, el ministro hizo una convocatoria a los autoservicios y almacenes de barrio para que adhieran. De otra forma, advirtió, esos pequeños comercios podrían perder clientes y Massa lo sabe: se trata de un fenómeno que ya existe y es pernicioso para la economía. El consumo masivo se viene volcando hacia las grandes cadenas en detrimento de los más chicos porque esas grandes superficies cuentan con los acuerdos (Precios Cuidados, por caso), de los que quedan marginados los comerciantes más chicos. El primer punto a tomar en cuenta es que alrededor del 60% de los productos bajo acuerdo de congelamiento son de “marca propia” en los grandes supermercados. No hay otra forma de acceder a ellos y beneficiarse de la estabilidad de precios que yendo a esas cadenas. Para el resto, sucede lo siguiente: De acuerdo a un relevamiento de consultoras especializadas, los pequeños comercios venden los productos de “Precios Justos” hasta un 76% más caros. Estas asimetrías tienen que ver con que esos pequeños negocios no son atendidos por los fabricantes, que van exclusivamente a las grandes tiendas. Esta realidad conspira contra el éxito del acuerdo, como ya ocurrió otras veces, con acuerdos de precios similares. Hay un dato que verifica que la distorsión de precios, hoy en día, es amplia. Se trata del relevamiento “Precios Claros”, que administra el propio Gobierno con el aporte de la información de las cadenas de supermercados. Allí se puede constatar que existen diferencias de hasta 39% en los precios de los productos. Es decir: un mismo producto de primera marca, con idéntica presentación, cuesta hasta 39% en un supermercado que en otro. Las diferencias notables atraviesan productos de la canasta familiar: desde la gaseosa cola de 2,25 litros (con una diferencia de hasta 34,4% entre un comercio y otro similar); y del 19,1% en el caso de la botella de lavandina de un litro de una misma marca. Sin dudas, estas diferencias para productos de la canasta esencial habla también de una ausencia de referencias de precios en la economía. No se trata de ofertas eventuales que pueden distinguir a un comercio de otro, sino de precios permanentes.

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